| Manu | Fecha: Domingo, 15-02-2015, 1:16 PM | Mensaje # 1 |
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| Galicia es desde hace medio siglo una referencia mundial en materia de análisis de biotoxinas marinas. El bioensayo en ratón fue siempre el método fiable. Mediante este contrastado sistema se decretó la apertura y cierre de polígonos bateeiros o bancos marisqueros, prohibiendo la extracción de mejillones, berberechos, almejas, ostras y demás productos cada vez que las células rebasaban los niveles aconsejables para evitar así cualquier daño a la salud pública. Que se sepa hasta ahora nunca se produjo intoxicación grave alguna, salvo en casos puntuales quizás achacables al consumo fuera de los cauces reglamentarios, algo que nunca debe hacerse.
Galicia siempre ha sido exhaustiva en los análisis sobre este tipo de productos mientras otros eran más laxos en aplicar los suyos, cuando no en saltárselos a la torera. A pesar de ese estrecho seguimiento de las rías y de su cosecha, abanderado por el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino (Intecmar), la Comisión Europea se sacó de la manga un nuevo método para sustituir al bioensayo. No es otro que el oficialmente conocido como cromatografía de líquidos con detector de espectrometría de masas (LCMS/MS) o, dicho de forma más comprensible, el método químico.
El Intecmar utiliza unos 18.000 ratones al año en la realización del bioensayo. Su empleo como "conejillos de indias" para este tipo de test generaba un creciente descrédito en colectivos de defensa animal. El sector productor, la Consellería do Mar y la de Sanidade alegaron siempre que el método químico no ofrece más fiabilidad que el bioensayo, pese a que Europa sostiene que mantener éste último como hasta ahora habría constituido un riesgo para la salud pública.
Por el contrario, desde la Xunta se defendió que el nuevo sistema afectaría considerablemente a los productos gallegos, pues además de ser más costoso -se estima un encarecimiento de hasta un 60%-, puede retrasar la obtención de los resultados analíticos, con el consiguiente perjuicio a la hora de extraer bivalvos y comercializarlos.
Los fundamentos expuestos por Galicia a través del recurso contencioso presentado por España para mantener el bioensayo fueron desestimados por el Tribunal Europeo. En su sentencia señala que España no demuestra de manera suficiente que el metodo químico haya ocasionado un riesgo para la salud pública ni se ha probado que sea menos fiable.
Anticipándose a un previsible fallo en contra, el sistema productivo gallego no dejó de hacer en todo este tiempo sus deberes para adaptarse al nuevo modelo de detección, aún sin estar convencido de que sus garantías sean mayores que las del anterior. La Xunta invirtió 750.000 euros para disponer de los equipos técnicos y el personal necesarios para empezar con los análisis químicos desde el pasado 1 de enero.
Lo ocurrido con el sistema de análisis viene a constatar el escaso peso del sector gallego en Europa, tal y como hemos denunciado en este mismo espacio editorial, a pesar de ser líderes en producción de mejillón. Su fragmentación organizativa y sus recurrentes guerras internas son, no cabe duda, el principal lastre que arrastran los bateeiros que, incapaces de unirse, ven como su voz apenas cuenta a la hora defender sus intereses ante competidores de otros países.
La otra constatación es que Galicia, con unos centros de investigación marina y de controles analíticos de referencia, como el Intecmar, que la propia UE ha puesto como ejemplo, no tiene nada que envidiar a otras zonas productoras del mundo. En consecuencia, no estaría de más que Europa valorase ese esfuerzo y mostrase mayor reciprocidad a la hora de defender el marisco gallego fuera de nuestras fronteras. Por ejemplo, protegiendo más nuestro mejillón frente a los ataques de terceros países.
Lo peor que le puede ocurrir a un producto es verse envuelto en polémicas que cuestionen su calidad, no digamos ya su salubridad. Cuando además son polémicas gratuitas, o sea, sin base real, como ocurre habitualmente con el mejillón gallego, a la gravedad del daño se añade su condición de injusto.
Los competidores lo saben y, conscientes de la incidencia que tienen sobre el consumo, no dudan en estigmatizar o desacreditar nuestro marisco con infundios. Por desgracia, en ocasiones de una forma recurrente como ocurre con el mejillón.
Todavía están recientes las alertas lanzadas en Francia o Italia cuando dentro de sus fronteras se registraron intoxicaciones por consumo de mejillón. Sin resultados analíticos que lo acreditasen, el producto gallego siempre fue señalado como el agente tóxico, cuando en realidad o no lo era, o el foco de contaminación radicaba en el proceso de manipulación, ya en el país de destino.
Los infundios causan daños importantes a la imagen del producto y del sector. Puesto que se han hecho todos los deberes dictados por Bruselas, cabe exigir en consecuencia a esos mismos dirigentes que tan exquisitos son a la hora de cambiar unos controles por otros, que también lo sean a la hora de acabar con la impunidad con la que algunos tratan de desprestigiar la calidad de nuestro producto, sin que nadie responda por ello.
*Noticia de Faro de Vigo
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