El verano no está siendo precisamente amable con el sector bateeiro, uno de los grandes puntales de la economía gallega. Un abanico de problemas se cierne sobre la producción de mejillón. El principal caballo de batalla es la marea roja, que aunque amaga con remitir, y de hecho lo va haciendo a ralentí, está durando más de lo inicialmente previsto. Actualmente, y tras levantarse el cierre en varios polígonos anteayer a última hora, son un total de 21 zonas en toda Galicia las que están libres de toxina y de las que, por tanto, se puede extraer el anaranjado bivalvo. Quedan 33 polígonos cerrados. Uno de los termómetros más fiables para ver cómo están las cosas es la ría de Arousa, donde se ubican 2.200 de las 3.200 bateas gallegas.

En la ría arousana, ayer los bateeiros estaban entre contentos y decepcionados. Contentos porque se puede trabajar en ocho polígonos de bateas, ya libres de la marea roja. Y decepcionados porque creían que iban a abrir más zonas, sobre todo algún polígono que incluye más de cien bateas. De todas formas, señalaban que ya es un paso hacia adelante que se pueda trabajar en alrededor de 200 mejilloneras y que quizás hasta es positivo que no abran todas la zonas de golpe para que no se sature el mercado de mejillón y los precios no acaben cayendo en picado.

Algunos de los afortunados que ya pueden sacar bivalvo de sus bateas señalaron ayer que en el mercado hay interés por el mejillón gallego, y que el volumen de pedidos es bueno tanto para fresco como para la industria, cuya campaña estaba iniciándose cuando la toxina se coló en la hoja de ruta del sector.

Desde el Intecmar, el instituto autonómico encargado de realizar los análisis de biotoxinas, insistían estos últimos días en que la marea roja es un proceso natural y habitual. Aunque la directora del organismo, Covadonga Salgado, reconocía que en esta ocasión los cierres se están prologando y que ello provoca nerviosismo en el sector. Sobre todo, preocupa a aquellos productores que tienen las bateas en las zonas interiores de las rías, donde el bivalvo tiene ya un tamaño considerable y si no se retira de las cuerdas corre serio riesgo de acabar desprendiéndose. Un productor rianxeiro, cuyas bateas están en esa tesitura, afirmaba ayer lo siguiente: «Foi algún ao fondo, claro que foi, pero aínda que non se trata de algo alarmante, esperemos que a toxina nos deixe xa».