A los mejilloneros siempre se les atribuyeron los bolsillos más fuertes de las rías, especialmente en la de Arousa. Y esa consideración tenía su razón de ser, ya que, como ahora muchos reconocen, las bateas, sobre todo las que están mejor situadas, llegaron a ser minas de oro. Pero los tiempos han cambiado y el sector encadena varios años de penurias, especialmente este último, donde todo parece jugar en su contra. Esa crisis que padece empezó reflejándose en las palabras de sus líderes, preñadas de lamentos, pero ya da más muestras.  

Mejilloneros barbanzanos cuentan que en los tablones de anuncios de las agrupaciones o de los puertos proliferan anuncios de venta de bateas, como muestra de que hay quien ya no ve rentable el oficio y prefiere deshacerse de los viveros flotantes. Encima, voces autorizadas del sector dicen que «o peor está por chegar».

Escuchando a los presidentes de las agrupaciones mejilloneras barbanzanas, salvo alguna voz que todavía apela al optimismo, la conclusión que se saca es que la rentabilidad del oficio ha bajado sobremanera. Ponen un ejemplo muy fácil de entender. Dicen que hace muchos años incluso podían vivir dos familias de una sola batea. Luego llegaron los tiempos en los que un vivero únicamente llegaba para dar de comer a una familia. Y que, ahora, «nin sequera iso, a non ser que se trate dun viveiro moi ben situado».

En este contexto, es lógico que la venta de mejilloneras haya repuntado. Por lo que cuentan, quienes cuelgan el cartel de se vende son tanto personas asfixiadas por la situación crítica del sector como «outros que tiveron a gran sorte de que os seus fillos non teñan que traballar nisto e ao xubilarse poden deixalo», tal como explicaba un bateeiro de A Pobra. Por lo que parece, la venta de mejilloneras se ha disparado más en sitios como Meloxo (O Grove), una zona gravemente afectada por la toxina, y Vilanova, pero también salpica a los polígonos barbanzanos. «Claro que no tablón da agrupación hai anuncios de venta de bateas, como en todas...», enfatizaba el presidente de una entidad de mejilloneros boirense.

De momento, las bateas a la venta suelen pertenecer a los denominados «sitios malos», es decir, zonas del interior de la ría o de otros lugares que, por alguna razón, no sean apropiados para que crezca bien el bivalvo. Las únicas zonas donde de momento los viveros se siguen considerando pequeñas minas son las de las llamadas millas de oro. En Barbanza, eso es en las proximidades de Aguiño, Rúa o algún punto de Palmeira.

Aunque en el sector nadie quiere dar cifras, todo el mundo reconoce que nada tienen que ver los precios a los que se venden ahora las bateas con los que se pagaron años atrás. Y todo ello, como si de viviendas se tratase, tiene que ver con dos cosas: el hecho de que ahora haya más oferta de viveros que antes y que el negocio ya no tenga tanta rentabilidad. Por si con este panorama fuese poco, desde el sector se insiste en que lo peor está por venir, porque ni los precios repuntan ni la toxina da tregua.

Los precios que se pagan por las mejilloneras bajaron drásticamente.