Dos tipos de toxinas lipofílicas han unido sus fuerzas para lanzar sobre la costa gallega una marea roja «moi forte, moi virulenta, moi repentina». Así definía ayer Covadonga Salgado, la responsable del Intecmar, el episodio que ha obligado a prohibir en gran parte de la costa gallega la extracción de mejillón y mariscos infaunales (almejas, berberechos, navajas...). El cierre de todas esas zonas de producción, decretado el miércoles, cogió completamente desprevenidas a todos los actores implicados en esta historia.
«Os peches, evidentemente, producen unha certa distorsión na cadea de comercialización, porque hai que voltar o produto atrás», razonaba ayer Covadonga Salgado. A los mariscadores las órdenes de paralización de la actividad les llegaron cuando ya habían llevado a la lonja las capturas del día y a los bateeiros con muchos pedidos lanzados hacia Francia, Italia y las fábricas en las que había arrancado, por fin, la campaña del mejillón. Todo ese producto y el extraído las 24 horas anteriores al cierre tuvo que ser paralizado allí donde se encontrase y devuelto al mar si aún era posible.
Así que ayer, en puertos como el de Vilanova o A Illa, el mundo se puso al revés. Y el mejillón, en vez de desembarcarse, se embarcaba de nuevo para volver a las bateas. Los exportadores calculan que de Francia e Italia han vuelto ya una veintena de camiones con sus pesadas cargas -transportan una media de 20 toneladas- a cuestas. Y el goteo de mejillón repatriado se prolongará durante los próximos días.
Frenazo en seco
El sector de la transformación tampoco se ha librado del caos generado por este episodio de toxina. Los cocederos, que estaban cogiendo el ritmo en la campaña de mejillón para la que se han contratado a unas 400 personas, han tenido que frenar en seco. Tras el cierre masivo algunas barcadas pudieron ser devueltas al mar. «Pero o problema non está tanto aí como no mexillón que xa tiñamos cocido e que non ten marcha atrás», explicaba ayer Juan Suárez, representante del sector. Los empresarios esperan el resultado de los análisis realizados a esas partidas, haciendo votos para que el producto esté limpio. Otros conserveros, como los que compraron berberecho en la ría de Noia, ya conocen su suerte: al menos deberán ser destruidas 11,5 toneladas de bivalvo, lo que genera grandes pérdidas a productores y transformadores.
