La marea roja sigue anclada en las Rías Baixas, bloqueando la salida de mejillón de las bateas. Pero que el producto no salga al mercado no quiere decir que quienes lo cultivan estén de brazos cruzados. Intentando por todos los medios evitar que este período tóxico agudice el problema de los desplomes y acabe por enviar al fondo el bivalvo que cuelga de las bateas, la mayoría de los mejilloneros han optado por reparcar al menos una parte de su producción. Es decir: sacar el molusco de las cuerdas y devolverlo al mar después de haberlo metido en sacos.  

Esa práctica, habitual en el cultivo de esta especie, se ha generalizado en este atípico y negro 2013. No es de extrañar, pues, que los buceadores que este fin de semana participaron en una salida al mar organizada por Náutica Medusa se quedasen de piedra ante el cambio experimentado por el paisaje submarino: donde debería haber mejillón engordando en las cuerdas se toparon con sacos y más sacos suspendidos en el agua.

Entre ellos no solo están las bolsas hechas a propósito para intentar salvar la campaña. También cuelgan de las bateas todos los sacos que hace casi dos semanas, cuando se detectó la toxina, fueron traídos de vuelta desde Italia y Francia. De cómo evolucione ese producto están pendientes los bateeiros. Tienen que estarlo: muchos temen que el mejillón no supere la dura prueba de resistencia a la que ha sido sometido.