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» 2013 » Diciembre » 23 » Un gigante en la unidad de críticos
8:34 PM
Un gigante en la unidad de críticos
Bateeiros de las tres organizaciones de A Illa hacen un diagnóstico de la situación en la que se encuentra el sector. La conclusión a la que llegan es dramática: «Non vai quedar nada»


«Despois de Citröen estamos nós, somos a segunda empresa de Galicia. E agora mesmo estamos na unidade de críticos, con respiración asistida e esperando a que nos desconecten». Francisco Dios, bateeiro y ex presiente de Opmega, elige esta imagen descarnada para describir la situación que atraviesa la cadena del mejillón gallego. ¿Cómo un gigante como el bateeiro ha terminado así, en una cama de la unidad de críticos? No hay una respuesta única a esa pregunta, pero hay muchas que valen: las importaciones, las políticas que no responden a las necesidades del sector, la toxina y, latiendo en el fondo de este cajón de los desastres, la fragmentación del colectivo. Una atomización que tenemos sentada a la mesa de un bar de A Illa: en esta localidad conviven tres agrupaciones de mejilloneros. AMI, Illa de Arousa y Ruamar. Y con ellos, un sinfín de productores que han decidido ir por libre.

Empecemos por trazar un mapa de la situación actual del sector. Una situación, dice Carlos Casanova, de Ruamar, que «non se aguanta. A xente cada vez ten menos ánimos, vemos os nosos postos de traballo no aire». Tener una batea, a estas alturas, no significa nada, «porque cunha batea unha familia non se sostén, cando antes unha batea daba para facer outra», relata Tuco Aragunde, de AMI. La toxina ha abortado las mejores épocas de ventas del año, el mejillón se ha desplomado de las cuerdas -«sen que ninguén mire por que, igual que ninguén mira por que desapareceu o berberecho», apostilla Alfredo Otero, de Illa de Arousa-, y las pocas descargas que se han realizado a lo largo de este año se cobrarán con diez meses, e incluso un año, de retraso. «E iso se hai sorte e o comprador decide pagarcho».

Las culpas
¿Y la culpa de quién es? «O 90 % é culpa nosa», dicen todos los que se sientan a la mesa. El diez por ciento restante se lo atribuyen, también al unísono, a unas administraciones que, por acción u omisión, están contribuyendo a «desarmar ao sector». En el capítulo de acción figura, por ejemplo, la decisión -defendida por los eurodiputados populares- para que la normativa sobre etiquetado se relaje y se elimine la obligatoriedad de explicitar la especie que hay dentro de cada lata y su origen. «¿A quen lle beneficia iso?», se preguntan los bateeiros de A Illa. Ellos tienen clara la respuesta: a las conserveras que, desde que se liberalizaron los aranceles con Chile, han dejado de consumir unos cien millones de kilos de mejillón gallego año, «mentres que medra o número de latas que poñen no mercado». «Non nos opoñemos a que traian o mexillón de Chile. Pero que o etiqueten como tal», dice Alfredo. Eso no se hace así: una visita al supermercado es suficiente para comprobar que las normas de etiquetado no se cumplen. «E a administración non actúa con contundencia, non persigue ese fraude».

Cuando el mejillón foráneo puso en jaque los mercados, la situación se complicó para los bateeiros gallegos. La entonces hegemónica Opmega sufrió unas terribles tensiones internas que, sumadas a «a estratexia que había marcada para desmontala», acabaron propiciando la salida de muchas de las organizaciones que la integraban. Se fue Amegrove, se fue A Illa y se fueron muchos otros detrás. «As asociacións deixaban Opmega pensando que fóra ían vivir mellor. E agora, a xente marcha das asociacións», explica Francisco Dios.
Esa desafortunada tendencia se tradujo, ya hace años, en que los propios bateeiros «tivésemos a brillante idea de renunciar a traballar con avais e a asegurarnos os cobros». Y ahora, «cando un comercializador de mexillón fai a súa previsión de gastos, nós xa nin aparecemos. ?Se sobra algo, xa lle pagarei?». Las cabezas asienten ante ese relato de hechos. «Este é un sector desconfiado. Non nos fiamos os uns dos outros. E nestes momentos, mirámonos aínda con máis desconfianza, e estamos pensando en que morra o do lado, porque iso me vai dar a min un pouco de aire... Pero cando morra o do lado, nós xa temos un pé na cova».

El margen
Frente a este panorama, el de unos cuantos años atrás, cuando el sector trabajaba duro y vivía bien. Eran los años fuertes de Opmega, cuando el sector parecía monolítico, inquebrantable, todopoderoso. «Nunca vivimos tan ben como daquela. Nin produtores, nin comercializadores. Porque ao final, se nós morremos, morren todos os que viven do mexillón galego». Aún hay margen, dicen los mejilloneros, para tomar buenas decisiones. Para darle la vuelta a la tortilla. A fin de cuentas, dicen tener en las manos un arma cargada de posibilidades: la denominación de origen.
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